La verdad es que siempre que intuyo que me toca escribir el balance del final del invierno intento resistirme, no vaya a ser que surja la oportunidad de poder ganar algunos metros más de desnivel con los esquís puestos en el último momento, pero muy a mi pesar, por este año creo que no van a haber muchas más oportunidades. ¡Dichosa carrera! ;)
La verdad es que soy un llorica como decimos por aquí… Una
temporada que empieza el 30 de noviembre y termina el 30 de abril no admite
lugar a queja pero uno es caprichoso sabe usted…
La verdad es que ha sido una temporada realmente
excepcional. He logrado encontrar el ansiado equilibrio entre hacer las cosas
bien hechas en la carrera y poder disfrutar de cada segundo libre subido encima
de dos esquís que se han convertido, sin duda, en mis dos mejores amigos.
Los que más o menos me conocéis, sabéis que no soy para nada
un fanático de los números… Ni tantos metros de desnivel, ni tantas horas de
entreno ni tantos logros… Sabéis que unas veces a un ritmo alto, otras de
paseo, otras con amigos u otras en solitario lo que a mi realmente me suma es
cada uno de los momentos de los que he pasado sobre los esquís o alrededor de
este mundo. Pero eso, gracias a Dios, el Ambit no puede registrarlo ;)
La temporada empezó con una escapada el día 30 de noviembre.
Una de esas escapadas que responden a las ansias de huir de lo que rodea y
agobia. Evidentemente, los esquís iban en el maletero por si acaso puesto que
ni el 26, ni el 27, ni el 28 había nevado apenas un copo pero la noche del 29
al 30 empezó y ya no paró… Llegué a Llanos del Hospital y la carretera ya tenía
más de 25 cm de nieve recién caída encima así que, casi gritando de las ganas
que tenía después del verano, me puse los esquís y empecé a abrir huella. La
verdad es que estaba muy motivado y apenas fui consciente de que, lo que
normalmente lleva una hora y media escasa se estaba convirtiendo en una
aventura de casi 5 horas… Llegué a la Renclusa congelado, pero feliz.
Ese podría ser un buen resumen de esta temporada:
Disfrutando, sin prisa, y con la ilusión de un niño con un juguete nuevo cada día.
En lo que ha montañas se refiere, la verdad es que este año
la Maladeta se ha convertido en la montaña fetiche. Subidas y bajadas de escándalo
en poco más de 2h y 30’, tiradas hasta pasadas las popas para ganar fondo
físico, jornadas de exploración de nieve polvo con canaletas, canales,
canalones y canalotes de ensueño… Buf, cuesta poner todo por escrito…
La verdad es que me encanta ir solo a la montaña, disfruto,
me siento libre, protagonista de mi historia… Nosé, me siento bien. Pero lo
cierto es que también esta temporada han habido compañeros de nieves que han
hecho que disfrute aún más si cabe. Julia, Satur, Carla, Esther y un largo etcétera.
No obstante, y sirva esto ya como cierre de este balance, no
quiero dejar pasar la oportunidad de mencionar a tres personas que sin duda han
marcado, un invierno más, la temporada.
En primer lugar Adri, gracias por enseñarme rincones
escondidos de esas bajadas, por enseñarme a bajar el culo y girar la cadera.
Hemos pasado muchos días mano a mano en el refugio. Han habido días de grandes
esquiadas con una nieve que ni soñada cuando nos quedamos aislados por la
avalancha de la carretera, pero también han existido días en los que ir a hacer
la meteo se convertía en algo realmente extremo por la meteorología, donde
hacía falta casi una hora de paleo para poder salir de casa, donde las tardes
de tormenta y nevada pasaban gracias a un disco duro lleno de temporadas de
House… No tengo palabras, gracias de
verdad. Navidad, San Esteban, Fin de Año, Fallas Valencianas, San Jorge….
#sinpalabras.
Y, como no, las otras dos personas son las que han hecho
posible cada segundo con colores blancos. Ellos son Antonio y Mari.
En ocasiones en nuestras huellas se cruzan otras que nos
enseñan cuál es el mejor itinerario, que nos corrigen los virajes mal hechos y
que nos dan la capacidad de poder dibujar sobre las montañas las mejores
curvas, y ellos, con toda la confianza que han depositado en mí, se han convertido en, probablemente, dos de
las personas que más quiero. Mari con su inconfundible forma de ser me ha dado
el cariño, la oportunidad y la confianza. Antonio con la imborrable sonrisa de
su cara me ha regalado la experiencia, la profesionalidad y la oportunidad de
seguir creciendo. Y tantas otras cosas que mejor no sigo que esto parece una
telenovela jeje pero quería que quedase claro que si Alberto saca lo mejor de
sí mismo es gracias a ellos.
Y poco más señores, más de 13.000 metros de desnivel
acumulado, más de 44 horas esquiando y sobretodo… más ganas de seguir
creciendo.
La nieve ya se nos está fundiendo… y ahora toca ponerse las
zapatillas, mirar al suelo y seguir haciendo lo que más me gusta. Sentirme
parte de algo muy grande.
Alberto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario